¡Gracias Dios mío! Durante muchos años me sentí perdido, alejado, sólo.
Hoy desperté y estabas de nuevo conmigo.
Te vi claramente en el cielo, gritando el infinito,
cambiando de color el paisaje,
luciendo tus mejores galas.
Te sentí al respirar de nuevo y poder hacerlo a velocidad normal,
a tu ritmo.
En las lágrimas que nublan mis ojos y me humedecen mi alma;
que me hacen sonreír a cada rato pues ya respiras en mi.
¡Gracias! ¡Gracias!
Te escucho, por fin te escucho, se callaron ya las voces que atormentaban,
que laceraban,
y ahora sólo está tu voz a la que me entrego felicísimo.
¡Qué placer volver a oirte!
¡Qué placer ese diálogo interno!
Tu voz es la naturaleza, el coche y el zumbido constante del transformador.
Tu voz es cada idea que me hace vibrar.
Tu voz en ese diálogo interno,
Tu voz que opaca otras voces,
Tu voz que limpia y sana.
Cada cambio de color un regalo.
Cada encuentro, cada escena, cada línea, Tu.
¡Gracias por devolverme el amor!
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